A ello se sumaron las contrataciones de Angelo Anquilletti y de Roberto Rosato, dando inicio a la segunda estela de títulos de aquella década. La elección del suelo francés vino a raíz de la inminente Segunda Guerra Mundial y los cursantes acontecimientos bélicos en distintos lugares del mundo (España, inmersa en su Guerra Civil, y China y Japón, enfrentados en la Segunda guerra sino-japonesa por la invasión nipona de suelo chino, no pudieron acudir al evento por razones obvias), y Jules Rimet, creador del torneo, hizo todo lo posible para que la elección cayese del lado de su país natal, en detrimento de Argentina, la otra candidata, previendo la que podía ser la última Copa Mundial de sucederse la guerra.